

ἄνδρα μοι ἔννεπε, μοῦσα, πολύτροπον, ὃς μάλα πολλὰ
πλάγχθη, ἐπεὶ Τροίης ἱερὸν πτολίεθρον ἔπερσεν:
πολλῶν δ᾽ ἀνθρώπων ἴδεν ἄστεα καὶ νόον ἔγνω,
πολλὰ δ᾽ ὅ γ᾽ ἐν πόντῳ πάθεν ἄλγεα ὃν κατὰ θυμόν,
5ἀρνύμενος ἥν τε ψυχὴν καὶ νόστον ἑταίρων.
ἀλλ᾽ οὐδ᾽ ὣς ἑτάρους ἐρρύσατο, ἱέμενός περ:
αὐτῶν γὰρ σφετέρῃσιν ἀτασθαλίῃσιν ὄλοντο,
νήπιοι, οἳ κατὰ βοῦς Ὑπερίονος Ἠελίοιο
ἤσθιον: αὐτὰρ ὁ τοῖσιν ἀφείλετο νόστιμον ἦμαρ.
10τῶν ἁμόθεν γε, θεά, θύγατερ Διός, εἰπὲ καὶ ἡμῖν.
Casi treinta siglos después, el legado homérico sigue vivito y coleando. Son varias las adaptaciones cinematográficas basadas en la obra del vate griego, la última de ellas Troya, con el guapetón Pitt a la cabeza, innumerables las obras artísticas de diferente tipo inspiradas en ellas. Lo más curioso es que, por no saber, no sabemos si Homero existió realmente y, en caso de hacerlo, si era como dicen ciego. Sea como fuere, lo único seguro es que dentro de otros treinta siglos (si para entonces no se han cargado el planeta), es más que probable que los terrícolas sigan leyendo (si para entonces se sigue leyendo) la Iliada y la Odisea. Lo que seguro que no le hubiera gustado al bueno de Homero sería comprobar que hay otro Homer que le hace la competencia. Por cierto, lo que aparece escrito en griego es la primera estrofa de la Odisea.
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