martes, 18 de enero de 2011
Dickens
Comentábamos a propósito de Dostoievski la estrecha relación entre obra y biografía, y eso es algo que podemos apreciar en grado sumo cuando leemos a Charles Dickens, sin duda el escritor británico más popular y que mejor ha resistido el paso del tiempo. Las figuras de Oliver Twist o David Copperfield jamás habrían visto la luz de no ser por las circusntancias personales del propio Dickens, su paso por internados y su conocimiento de primera mano de las penalidades que en ellos se pasaba. Se le ha criticado con frecuencia por un supuesto sentimentalismo burgués, por no haber ido más allá y haber denunciado la estructura del sistema. Me parece una crítica ideológica, y por tanto injusta. A un escritor, y al artista en general, solo hay que juzgarle por su mayor o menor destreza en la elaboración de su obra, por su capacidad de aportar nuevas perspectivas, por su mayor o menor grado de conexión con el público, y esto es algo que obviamente, a juzgar por la respuesta de los lectores, ha conseguido desde el principio. Creo que no se ha hecho el suficiente hincapié en su vertiente irónica, en su habilidad para, en medio de la desolación más completa, guiñarnos el ojo y ofrecernos una vía de escape, a lomos precisamente del humor, con la sonrisa como puente para salvar el vértigo del abismo.
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