Este mantra, reiterado hasta la saciedad, era la puerta por la que Bartleby, el escribiente, se escabullía para no efectuar las tareas que su jefe le ordenaba. Parece que refleja también la personalidad del propio Herman Melville, un tipo que no obtuvo en su momento el reconocimiento merecido y que, tras una juventud aventurera, vegetó sus últimos años como funcionario de aduanas. Pese a que ha sido Moby Dick quien le ha asegurado un lugar en el olimpo, no hay que desdeñar esa otra obra, Bartleby el escribiente, que tanto le impactó al mismísimo Kafka. Sin duda, puede considerarse como un antecedente del surrealismo, mucho antes de que Bretón publicase su manifiesto.
Preferiría no hacerlo...
ResponderEliminarLo pienso todas las mañanas, cuando suena el despertador.
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