jueves, 2 de diciembre de 2010

Federico García Lorca

Federico García Lorca no necesita ninguna canonización para ocupar lo más alto del pedestal en la poesía española del siglo XX. Su capacidad fabuladora, el fogonazo de sus deslumbrantes imágenes, sus metáforas poderosas y sugestivas, el dominio absoluto de los más dispares registros, su valiente solidaridad con las minorías, le hacen merecedor de ello. Muy lejos del álgebra poético que propugnaba el clasista Ortega, la poesía de Lorca deja el regusto del buen vino, nos adentra en universos oníricos donde los sueños se hacen corpóreos y la frontera entre lo vivo y lo muerto se difumina ante los ojos cerrados de los aduaneros. Lorca es grande no solo por lo que dice, sino por su maestría para nombrar los silencios y bañar con luz plateada las sombras. Creyeron que una descarga de fusiles podía acabar con él, pero el tiro les salió por la culata de la memoria.

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