viernes, 3 de diciembre de 2010

Rafael Alberti - La paloma / J.M. Serrat

Con los poetas (y las personas, en general) ocurre como con las acciones bursátiles: suben y bajan por causas ajenas a su voluntad, sin razón lógica que lo sustente, por modas, caprichos, rumores... Alberti fue santificado por un sector social en los años 70 y 80, convirtiéndolo en un santón de la izquierda. Sin embargo, ahora se ha puesto de moda presentarlo como un tipo con ínfulas nobiliarias, egocéntrico, altivo y demagógico, y lo contraponen al esforzado y humilde Miguel Hernández. Bueno, ni tanto ni tan calvo. En última instancia, a un poeta hay que juzgarle por su obra, y no cabe duda de que, con independencia de nuestra mayor o menor afinidad personal, Alberti nos ha dejado un montón de hermosísimos poemas. Disfrutad el puente (más bien acueducto).

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