martes, 23 de noviembre de 2010

Estos alemanes están locos

Me refiero, matizo, a los escritores alemanes del XIX. Veamos: el pobre Hölderlin, tras tener unos escarceos amorosos con la esposa del banquero Gontard, en cuya casa trabajaba como preceptor, acabó sus días recluido en una torre propiedad de un ebanista de Tubinga, tras haber pasado por un sanatorio mental. Entre los síntomas de su esquizofrenia se hallaban una incesante verborrea en cinco idiomas y un deambular sin descanso ni dirección. Por su parte, Goethe no era precisamente un loco, sino un amante de la pereza. Empezó a escribir su inmortal Fausto de joven y lo acabó pocos meses antes de morir (murió con 83 años). Y cuando moría un amigo, como Friedrich von Schiller, el autor de Guillermo Tell, se negaba a ir a dar el último adiós. Decía que no le gustaba ver cadáveres.

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