domingo, 7 de noviembre de 2010
Rousseau
Que el ser humano tiende a la contradicción y la paradoja es harto sabido: basta con rastrear las vidas de políticos, empresarios, clérigos o artistas, para comprender el abismo existente entre teoría y praxis. Un ejemplo de lo antedicho es la biografía del amigo Rousseau. Que el padre de la pedagogía enviase a sus hijos al orfanato no deja de resultar chocante, pero contradicciones al margen, a este filósofo ginebrino le debemos unas cuantas reflexiones y tesis que debieran hacernos pensar. Sin ir más lejos, la defensa a ultranza que hace de una pedagogía natural, respetando las condiciones innatas del niño, estimulándolas y prohibiendo el castigo corporal: a los que hemos sufrido en nuestra tierna infancia las bofetadas, reglazos y humillaciones del maestro, no nos habría venido mal una dosis de rousseanismo. También critica la propiedad privada, culpable de la existencia de dos clases sociales con sus consabidas desigualdades. Tuvo Rousseau una vida novelesca, digna del mismísimo Stevenson: vagabundeo por diversas ciudades, exilios, amistades y amantes de postín, algún ataque de locura y una muerte enigmática (unos hablan de ataque al corazón y otros de suicidio). En cualquier caso, ha pasado a la historia como precursor del Romanticismo, lo que no es moco de pavo.
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